Blas de Lezo y Olavarrieta | |
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![]() Retrato conservado en el Museo Naval de Madrid. |
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Teniente generalnota 1 de la Armada | |
Años de servicio | 1704 – 1741 |
Apodo | Almirante Patapalo o Mediohombre |
Lealtad | ![]() |
Condecoraciones | Marqués de Ovieco (a título póstumo) |
Mandos | Armada española |
Participó en | Guerra de Sucesión Española Conquista de Orán Guerra de la Oreja de Jenkins |
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Nacimiento | 3 de febrero de 1689 Pasajes, Guipúzcoa, ( ![]() |
Fallecimiento | 7 de septiembre de 1741 Cartagena de Indias, ( ![]() |
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Escudo de Blas de Lezo, I marqués de Ovieco |
Blas de Lezo y Olavarrieta (u Olabarrieta) (Pasajes, Guipúzcoa, España, 3 de febrero de 1689 – Cartagena de Indias, Nueva Granada, 7 de septiembre de 1741), primer marqués de Ovieco (a título póstumo), almirante español conocido como Patapalo, o más tarde como Mediohombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo de su vida militar,1 es considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española.2
Índice |
Biografía
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes (Guipúzcoa) el 3 de febrero de 1689.
Pertenecía a una familia con ilustres marinos entre sus antepasados, en
un pueblo dedicado, prácticamente en exclusiva, a la mar. Se educó en
un colegio de Francia y salió de él en 1701. En aquel entonces la armada francesa era aliada de España en la Guerra de Sucesión, que acaba de empezar al morir Carlos II sin descendencia. Dado que Luis XIV
deseaba el mayor intercambio posible de oficiales entre los ejércitos y
escuadras de España y Francia, Lezo se embarca, a sus 12 años, en la
escuadra francesa, enrolándose como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV.3
Guerra de Sucesión
La guerra enfrenta a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el rey español, con el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada. Frente a Vélez-Málaga se produjo el 24 de agosto de 1704 la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra franco-españolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres) y la flota anglo-holandesa, mandada por el almirante Rooke y compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas, pataches
y brulotes con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres, dando como
resultado al final de la contienda 1.500 y 2.700 bajas, respectivamente.
Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera
ejemplar, hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda,
teniéndosela que amputar, sin anestesia, por debajo de la rodilla.
Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la
operación. Debido al valor demostrado tanto en aquel trance como en el
propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo
por Luis XIV.3 Se le ofrece ser asistente de cámara de la Corte de Felipe V.
Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las
operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo; en el ataque al navío inglés Resolution
de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el
apresamiento de dos navíos enemigos que fueron conducidos a Pasajes y Bayona.
Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la
Corte, pues ambicionaba conocer las artes marineras y convertirse en un
gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola.
Continúa patrullando el Mediterráneo,
apresando numerosos barcos ingleses y realizando valientes maniobras
con un arrojo inusitado. Tanto es así que se le premia permitiendo que
lleve sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido
por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiados de Barcelona
al mando de una pequeña flotilla. Sirviéndose de su aguda inteligencia,
realiza brillantemente su cometido, escapa una y otra vez del cerco que
establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello
deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin de crear un densa nube
de humo que ocultase los navíos españoles, pero además carga «sus
cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario
dentro, que, al ser disparados, prenden fuego a los buques británicos»[cita requerida].
Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio.
Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya.
En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación,
una esquirla se le aloja en el ojo izquierdo, que explota en el acto,
perdiendo así para siempre la vista del mismo.

Fragata de Blas de Lezo remolcando el buque británico Stanhope
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort, donde lo ascienden a Teniente de Guardacostas en 1707.
Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos
enemigos, el menor de 20 piezas. Por estas fechas tiene lugar el
referido combate con el Stanhope (70) mandado por John Combs, que
lo triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las
maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje,
momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: «Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico»[cita requerida].
El abordaje de los españoles era una temible maniobra ofensiva, que
los ingleses temían particularmente: los navíos españoles cañoneaban de
cerca, tras lo cual lanzaban garfios y abordaban el navío contrario,
buscando el cuerpo a cuerpo, hasta la rendición del enemigo. De este
modo, con tripulaciones muy inferiores en número, los navíos españoles
lograban apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Blas de Lezo se
cubrió de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es
herido, siendo ascendido a Capitán de Fragata.
En 1712 pasa a servir bajo las órdenes de Andrés de Pes.
Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y emitió
varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año
más tarde. Posteriormente participó en el asedio de Barcelona al mando del Campanella
(70), en el que el 11 de septiembre de 1714, al acercarse con demasiado
ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo
derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus
días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo
tuerto, manco y cojo. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, navío de gran poder ofensivo.
En 1715, al mando de Nuestra Señora de Begoña (54), y ya repuesto de sus heridas, se dirige con una gran flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo disparo.
El Caribe
Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando a una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado del servicio debido a su calamitoso estado, a su regreso a Cádiz.
Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62), conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y es integrado dentro de una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur,
o lo que es lo mismo, las costas del Perú. La escuadra estaba compuesta
por parte española de cuatro buques de guerra y una fragata, y por
parte francesa por dos navíos de línea. Sus primeras operaciones fueron
contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarlos y tras hacer algunas capturas huyó a Asia, donde fue capturado y ejecutado.
Mediterráneo
En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo. Habiendo surgido diferencias con la república de Génova,
España estaba resentida por la conducta observada por aquel Estado, y
no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden
superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió, como
satisfacción, el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a
España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, además de un
homenaje a la bandera real de España. Mostrando el reloj a los
comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión
del pago, fijó un plazo, transcurrido el cual la escuadra rompería el
fuego contra la ciudad. Los dos millones de pesos recibidos fueron
enviados, por orden del rey, medio millón para el infante don Carlos y
el resto fue remitido a Alicante para sufragar los gastos de la
expedición que se alistaba para la conquista de Orán.
En reconocimiento de sus servicios al Rey, éste le concede en 1731
como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de
armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro
alrededor y cuatro anclas en sus extremos.4
En 1732, a bordo del Santiago mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres, y rindió la ciudad, si bien cuando se marchó, Bay Hassan
logró reunir tropas y sitiarla. Lezo retornó en su socorro con seis
navíos y 5.000 hombres, logrando ahuyentar al pirata argelino tras
reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60
cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán (hoy Mostaganem),
baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 hombres. Ello
no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el
fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los
castillos. Patrulló después durante meses por aquellos mares, impidiendo
que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia lo forzó a regresar a la ciudad de Cádiz.
De vuelta a América: Cartagena de Indias

Plano de Cartagena de las Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

Plano de la Baía de Cartagena de Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Juan León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve.»
A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente
entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia
ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en
la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como «Guerra de la oreja de Jenkins».
Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:
«Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»
La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que
hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186
barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de
transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos
negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada
de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria,
baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres
entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del
interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos
navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.
Tan colosal fué la derrota de los ingleses, que aseguró el dominio
español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar,
cosa que la historia inglesa no reconoce. Humillados por la derrota,
los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para
celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la
derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en
su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español humillado por Vernon».5
Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:
«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»
Últimos días
Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias
al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos
(casi todos ingleses) ocasionados por los sucesivos combates.6
El Puerto de Santa María (Cádiz) y Blas de Lezo
La estancia de los Lezo en El Puerto de Santa María tuvo varias fechas. El almirante ya había estado en 1719-20 y en 1730 en Cádiz.
De allí partió, ya viviendo en El Puerto de Santa María, el 3 de
febrero de 1737 hacia Cartagena dirigiendo la que sería la última
carrera de Indias y donde encontraría, como ya se ha reflejado, su fatal
destino.
Tras las investigaciones realizadas en los padrones de la época de la Iglesia Mayor Prioral
portuense, se ha constatado que Blas de Lezo, su mujer, Josefa Pacheco
Bustos -una criolla peruana con la que se había casado el 5 de mayo de
1725 en Lima- sus hijos y un criado afroamericano llamado Antonio Lezo,
vivieron desde 1736 en una casa de la calle Larga, para ser más exactos
en Larga, 70, hoy reconvertida en apartamentos de alquiler. Tras su
muerte, su viuda -conocida en la localidad como 'La Gobernaora'- y sus
hijos permanecieron en ella hasta la muerte de ésta el 31 de marzo de
1743.
La Excelentísima Señora Doña Josefa Pacheco fue enterrada en el Convento de Santo Domingo,
sito en la calle del mismo nombre. A partir de esta fecha, los
descendientes de Blas de Lezo desaparecen de los padrones portuenses.
Durante su residencia en la ciudad, el Cabildo Municipal, siendo
conocedor del prestigio del almirante, hizo a su familia diferentes
concesiones, entre las que destacó una toma de agua para la casa.
Hasta hace pocos años, la ciudadanía portuense siguió llamando a la mansión casa de «La Gobernaora».
Su memoria en la actualidad
Su memoria es honrada por la Armada Española, donde su nombre se
recuerda con el mayor honor que puede rendirse a un marino español,
siendo costumbre que exista siempre un navío de la Armada bautizado con
su nombre. El último es una fragata de la clase Álvaro de Bazán, la Blas de Lezo (F103). Otro barco con este nombre, el crucero Blas de Lezo se perdió en 1932 al tocar un bajío frente a las costas de Finisterre.
La Armada de Colombia, también tuvo un buque con el nombre del almirante, el ARC Blas de Lezo (BT-62), un petrolero de clase Mettawee, ex USS Kalamazoo (AOG-30) adquirido a la Armada de los Estados Unidos el 26 de noviembre de 1947, y dado de baja en enero de 1965.
Existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz)
donde reposan héroes de la Real Armada Española. También existe una
maqueta de la Batalla de Cartagena de Indias en la Academia de
Ingenieros de Hoyo de Manzanares
(Madrid). De igual forma en el "Museo Naval de Cartagena de Indias"
existe un conjunto de maquetas con detalle de las fortificaciones de la
bahia de Cartagena y que describen el sitio a la ciudad por parte del
almirante Vernon y como Don Blas de Lezo derroto a dicho inglés.
Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de
los más grandes héroes de la historia, es un personaje prácticamente
olvidado. Actualmente, la empresa española DL-Multimedia está preparando
un documental sobre su vida para los canales Historia y Odisea. Aunque
cuenta con calles en Valencia, Málaga, Fuengirola, Alicante, Las Palmas de Gran Canaria, Huelva, San Sebastián, Rentería, Pasajes —su localidad natal—, y finalmente, tras una recogida de firmas,7 el 28 de abril de 2010 se aprobó dedicarle una avenida en la capital de España, Madrid.8
Blas de Lezo es un reconocido héroe en la ciudad de Cartagena de
Indias, la cual le rinde grandes honores y reconocimientos: conmemorando
su valentía existen barrios en dicha ciudad, lo mismo que avenidas y
plazas. Su estatua frente al baluarte de San Felipe de Barajas es otra
muestra del respeto y admiración a este gran personaje.
Desde el pasado día 5 de noviembre de 2009, en la ciudad de Cartagena
de Indias, se ha cumplido el deseo del valiente Blas de Lezo, ya que
éste pedía en su testamento que un grupo de españoles pusiera una placa
para no olvidar aquella victoria. En ella hoy se puede leer: «Homenaje al Almirante D. Blas de Lezo y Olavarrieta». «Esta
placa se colocó para homenajear al invicto almirante que con su
ingenio, valor tenacidad dirigó la defensa de Cartegena de Indias.
Derrotó aqui frente a estas mismas murallas a la armada británica de 186
barcos y 23.600 hombres más 4.000 reclutas de Virginia armada aun mas
grande que la Invencible Española, que los británicos habian enviado al
mando del Almirante Vernon para conquistar la ciudad llave y asi imponer
el idioma inglés en toda la América entonces Española. Cumplimos hoy
juntos españoles y colombianos con la última voluntad del Almirante, que
quiso que se colorara una placa en las murallas de Cartegena de Indias
que dijera:» «"Aqui España Derroto a Inglaterra y Sus Colonias" Cartagena de Indias, Marzo de 1741».9
Asimismo, el 21 de noviembre de 2009 se descubrió para su memoria una
placa en la calle Larga nº 70 de la localidad del Puerto de Santa
María, lugar donde residió D. Blas de Lezo antes de librar la Batalla de
Cartagena. En dicho acto se estrenó por primera vez la marcha militar
"Almirante Blas de Lezo" original de Joaquín Drake García, compuesta
para la Armada e interpretada por la Banda de Música del Tercio Sur
(Infantería de Marina), presidiendo el acto el Almirante de la Flota, el
Alcalde y la presidencia del Club de Mar de la Localidad. En dicha
lápida se puede leer: "En 1736 vivió junto a su familia, el Teniente
General de la Armada D. Blas de Lezo y Olavarrieta, insigne e invencible
marino, héroe de la Batalla de Cartagena de Indias en la que la flota
inglesa sufrió una humillante derrota en el año 1741. La Ciudad del
Puerto de Santa María en homenaje a su memoria. 21 de noviembre de
2009". 10
Su defensa de Cartagena de Indias ha sido recientemente llevada al terreno de la novela histórica de la mano del escritor Alber Vázquez y otra suscrita por el colombiano Pablo Victoria Wilches.
El vasco que humilló a los ingleses
Hace doce años, cuando escribía La carta esférica, tuve en
las manos una medalla conmemorativa, acuñada en el siglo XVIII, donde
Inglaterra se atribuía una victoria que nunca ocurrió. Como lector de
libros de Historia estaba acostumbrado a que los ingleses oculten sus
derrotas ante los españoles -como la del vicealmirante Mathews en aguas
de Tolón o la de Nelson cuando perdió el brazo en Tenerife-, pero no a
que, además, se inventen victorias. Aquella pieza llevaba la
inscripción, en inglés: El orgullo de España humillado por el almirante Vernon; y en el reverso: Auténtico héroe británico, tomó Cartagena -Cartagena de Indias, en la actual Colombia- en abril de 1741. En la
medalla había grabadas dos figuras. Una, erguida y victoriosa, era la
del almirante Vernon. La otra, arrodillada e implorante, se identificaba
como Don Blass y aludía al almirante español Blas de Lezo: un marino
vasco de Pasajes encargado de la defensa de la ciudad. La escena
contenía dos inexactitudes. Una era que Vernon no sólo no tomó
Cartagena, sino que se retiró de allí tras recibir las suyas y las del
pulpo. La otra consistía en que Blas de Lezo nunca habría podido
postrarse, tender la mano implorante ni mirar desde abajo de esa manera,
pues su pata de palo tenía poco juego de rodilla: había perdido una
pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez Málaga, un ojo tres
años después en Tolón, y el brazo derecho en otro de los muchos combates
navales que libró a lo largo de su vida. Aunque la mayor inexactitud de
la medalla fue representarlo humillado, pues Don Blass no lo hizo nunca ante nadie. Sus compañeros de la Real Armada lo llamaban Medio hombre, por lo que quedaba de él; pero los cojones siempre los tuvo intactos y en su sitio. Como los del caballo de Espartero.
La vida de ese pasaitarra -mucho me sorprendería que figure en los libros escolares vascos, aunque todo puede ser- parece una novela de aventuras: combates navales, naufragios, abordajes, desembarcos. Luchó contra los holandeses, contra los ingleses, contra los piratas del Caribe y contra los berberiscos. En cierta ocasión, cercado por los angloholandeses, tuvo que incendiar varios de sus propios barcos para abrirse paso a través del fuego, a cañonazos. En sólo dos años, siendo capitán de fragata, hizo once presas de barcos de guerra enemigos, todos mayores de veinte cañones, entre ellos el navío inglés Stanhope. En los mares americanos capturó otros seis barcos de guerra, mercantes aparte. También rescató de Génova un botín secuestrado de dos millones de pesos, y participó en la toma de Orán y en el posterior socorro de la ciudad. Después de ésas y otras muchas empresas, nombrado comandante general del apostadero naval de Cartagena de Indias, a los 54 años, y tras rechazar dos anteriores tentativas inglesas contra la ciudad, hizo frente a la fuerza de desembarco del almirante Vernon: 36 navíos de línea, 12 fragatas y varios brulotes y bombardas, 100 barcos de transporte y 39.000 hombres. Que se dice pronto.
He visto dos retratos de Edward Vernon, y en ambos -uno, pintado por Gainsborough- tiene aspecto de inglés relamido, arrogante y chulito. Con esa vitola y esa cara, uno se explica que vendiera la piel antes de cazar el oso, haciendo acuñar por anticipado las medallas conmemorativas de la hazaña que estaba dispuesto a realizar. Pese a que a esas alturas de las guerras con España todos los marinos súbditos de Su Graciosa sabían cómo las gastaba Don Blass, el cantamañanas del almirante inglés dio la victoria por segura. Sabía que tras los muros de Cartagena, descuidados y medio en ruinas, sólo había un millar de soldados españoles, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 auxiliares indios armados con arcos y flechas. Así que bombardeó, desembarcó y se puso a la faena. Pero Medio hombre, fiel a lo que era, se defendió palmo a palmo, fuerte a fuerte, trinchera a trinchera, y los navíos bajo su mando se batieron como fieras protegiendo la entrada del puerto. Vendiendo carísimo el pellejo, bajo las bombas, volando los fuertes que debían abandonar y hundiendo barcos para obstruir cada paso, los españoles fueron replegándose hasta el recinto de la ciudad, donde resistieron todos los asaltos, con Blas de Lezo personándose a cada instante en un lugar y en otro, firme como una roca. Y al fin, tras arrojar 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón sobre Cartagena y perder seis navíos y nueve mil hombres, incapaces de quebrar la resistencia, los ingleses se retiraron con el rabo entre las piernas, y el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas en el ojete.
Blas de Lezo murió pocos meses después, a resultas de los muchos sufrimientos y las heridas del asedio, y el rey lo hizo marqués a título póstumo. Creo haberles dicho que era vasco. De Pasajes, hoy Pasaia. A tiro de piedra de San Sebastián. O sea, Donosti. Pues eso.
http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/553/el-vasco-que-humillo-a-los-ingleses/
La vida de ese pasaitarra -mucho me sorprendería que figure en los libros escolares vascos, aunque todo puede ser- parece una novela de aventuras: combates navales, naufragios, abordajes, desembarcos. Luchó contra los holandeses, contra los ingleses, contra los piratas del Caribe y contra los berberiscos. En cierta ocasión, cercado por los angloholandeses, tuvo que incendiar varios de sus propios barcos para abrirse paso a través del fuego, a cañonazos. En sólo dos años, siendo capitán de fragata, hizo once presas de barcos de guerra enemigos, todos mayores de veinte cañones, entre ellos el navío inglés Stanhope. En los mares americanos capturó otros seis barcos de guerra, mercantes aparte. También rescató de Génova un botín secuestrado de dos millones de pesos, y participó en la toma de Orán y en el posterior socorro de la ciudad. Después de ésas y otras muchas empresas, nombrado comandante general del apostadero naval de Cartagena de Indias, a los 54 años, y tras rechazar dos anteriores tentativas inglesas contra la ciudad, hizo frente a la fuerza de desembarco del almirante Vernon: 36 navíos de línea, 12 fragatas y varios brulotes y bombardas, 100 barcos de transporte y 39.000 hombres. Que se dice pronto.
He visto dos retratos de Edward Vernon, y en ambos -uno, pintado por Gainsborough- tiene aspecto de inglés relamido, arrogante y chulito. Con esa vitola y esa cara, uno se explica que vendiera la piel antes de cazar el oso, haciendo acuñar por anticipado las medallas conmemorativas de la hazaña que estaba dispuesto a realizar. Pese a que a esas alturas de las guerras con España todos los marinos súbditos de Su Graciosa sabían cómo las gastaba Don Blass, el cantamañanas del almirante inglés dio la victoria por segura. Sabía que tras los muros de Cartagena, descuidados y medio en ruinas, sólo había un millar de soldados españoles, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 auxiliares indios armados con arcos y flechas. Así que bombardeó, desembarcó y se puso a la faena. Pero Medio hombre, fiel a lo que era, se defendió palmo a palmo, fuerte a fuerte, trinchera a trinchera, y los navíos bajo su mando se batieron como fieras protegiendo la entrada del puerto. Vendiendo carísimo el pellejo, bajo las bombas, volando los fuertes que debían abandonar y hundiendo barcos para obstruir cada paso, los españoles fueron replegándose hasta el recinto de la ciudad, donde resistieron todos los asaltos, con Blas de Lezo personándose a cada instante en un lugar y en otro, firme como una roca. Y al fin, tras arrojar 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón sobre Cartagena y perder seis navíos y nueve mil hombres, incapaces de quebrar la resistencia, los ingleses se retiraron con el rabo entre las piernas, y el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas en el ojete.
Blas de Lezo murió pocos meses después, a resultas de los muchos sufrimientos y las heridas del asedio, y el rey lo hizo marqués a título póstumo. Creo haberles dicho que era vasco. De Pasajes, hoy Pasaia. A tiro de piedra de San Sebastián. O sea, Donosti. Pues eso.
http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/553/el-vasco-que-humillo-a-los-ingleses/
www.labatalladecartaenadeindias.com
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