Un ejemplo: el nombre del planeta en el que transcurre la película: LV-223.
Es decir, Levítico 22:3:
“Diles:
Si alguno de entre vuestros descendientes en todas vuestras
generaciones se acerca a las cosas sagradas que los hijos de Israel
consagran al Señor, estando inmundo, esa persona será cortada de mi
presencia. Yo soy el Señor”.
¿Y
cómo encaja eso en la película? Pues como a ti te salga de los cojones,
por supuesto. Si tienes una mente lógica supondrás que los hijos de
Israel son los Ingenieros. Y que los descendientes impuros son los seres
humanos. Así que los seres humanos deben ser exterminados por haber
osado acercarse, con toda su impureza a cuestas, a la ofrenda sagrada.
¿Pero por qué son impuros los seres humanos? ¿Quizá por su dominio del
fuego primitivo de los dioses, es decir de la tecnología? ¿Por sus
guerras? ¿O por haber osado crear vida (el androide David, interpretado de forma magistral por Michael Fassbender,
sin duda lo mejor de la película)? ¿Y cuál es esa ofrenda sagrada
mancillada por los seres humanos? ¿El xenomorfo? ¿La misma creación de
vida? Añade a un guión premeditadamente confuso una referencia a un
texto sagrado famoso por su oscuridad, un texto escrito mucho antes del
siglo 5 aC y que presenta dificultades hasta para los estudiosos de la
Torá, y obtendrás una de las trampas para ratones típicas de Lindelof.
Porque
con Lindelof ninguna de las posibles respuestas será limpia. Siempre
habrá algún detalle que no encaje, algo que chirríe, algo que se dé de
hostias con el resto de elementos del guión. Lindelof no tiene claro
antes de empezar a escribir qué es lo que quiere contar. Sus tramas no
están definidas antes de plasmarse en imágenes: se van conformando a
base de superponer elementos heterogéneos, como quien añade una capa de
chocolate sobre una capa de macarrones sobre una capa de chocolate sobre
una capa de macarrones. Lindelof guioniza por aproximación, a golpe de
ocurrencia. Tiene una idea que flota en su cabeza, una idea que quizá
podría dar bastante de sí en manos de un guionista competente. Nada
demasiado especial, las preguntas habituales de la ciencia ficción
filosófica: ¿De dónde venimos? ¿Estamos solos? ¿Somos los primeros o
sólo un eslabón más de la cadena? Pero en sus manos, esas ideas se
convierten en una avalancha de reiteraciones e incongruencias. Lindelof
dispara a bulto. Improvisa.
¿Otro
ejemplo? La flauta que los Ingenieros utilizan para iniciar los
sistemas de mando de sus naves. ¿Y por qué coño una flauta? Pues porque
en los Mitos de Cthulhu
de Lovecraft la presencia del dios Yog-Sothoth en la tierra tras
visitar al dios Azatoth en su encierro cósmico se anuncia con el tenue
sonido de una flauta. ¿Y cómo encaja eso en Prometheus?
A estas alturas de la película ya deberías saberlo, criatura: no encaja
en absoluto. O sí: a martillazos. Es sólo un referente pretencioso más.
Pienso para los pollos.
Prometheus
también insinúa que el pecado original de los humanos es haber
asesinado a Jesucristo. De acuerdo a la cambiante lógica interna de la
película, Jesucristo es uno más de los Ingenieros, un alienígena enviado
a la Tierra para reconducir el rumbo de una humanidad que está
empezando a corromperse. ¿Y qué hacemos nosotros con el emisario de los
Ingenieros? Nos lo cargamos. Añadamos a la lista de palos que toca la
película el del deicidio. Sólo que la idea del sacrificio dador de vida
es central en Prometheus:
si los Ingenieros dan vida a través de su sacrificio, ¿por qué se
putean por el hecho de que hayamos crucificado a Jesucristo? ¿No forma
parte eso del gran plan divino? A fin de cuentas, la muerte de Jesús es
el detonante de la expansión en la Tierra de la religión más exitosa de
la historia de la humanidad. ¿No debería ser eso un punto a favor
nuestro?
Más palos: el del aborto. El personaje interpretado por Noomi Rapace aborta
un bebé alienígena con forma de calamar. El 24 de diciembre. Lo repito:
el 24 de diciembre. Pero para poder extraerlo de su cuerpo, Rapace
necesita engañar al robot médico y que este le practique una cesárea en
vez de un aborto. Tras la operación, Rapace no destruye el feto
abortado. Lo esteriliza. ¿Por qué cree Noomi que una simple
esterilización matará a un ente alienígena más jodidamente duro que un
Navy Seal? Enigma número 5.134. Demos una vuelta más a la tuerca: Noomi
Rapace es cristiana y estéril. ¿Una cristiana estéril inseminada por el
esperma de un ser humano infectado por ese engrudo negro que quizá
simboliza el aliento divino? ¿La Virgen María inseminada por el Espíritu
Santo? Sí. O no. Quizá. Así que el calamar es Jesucristo, ¿cierto? Sólo
que no lo es, porque ese calamar insemina poco más tarde al último de
los Ingenieros para que este dé a luz al primero de los xenomorfos. Así
que este sí debe ser Jesucristo. O su némesis, Satanás. O dios. O lo que
tú quieras. Bienvenido al circo de cinco pistas de Lindelof.
Aquí sólo faltan los orcos de El Señor de los Anillos.
¿Por qué funcionaba Alien? ¿Por qué funcionaba Blade Runner?
Porque ambas películas se limitaban a una idea, una única idea que se
exprimía hasta dar todo lo que esta podía dar de sí. No se pretendía
hablar en ellas de lo divino y lo humano, de la fe, de la redención, de
la culpa, del pecado original, del deicidio, de la ciencia, del sentido
de la vida, del conocimiento prohibido, del sacrificio, de las
dualidades cósmicas y del Sursum Corda en una misma película. Uno solo
de esos temas es material suficiente para sepultar al más curtido de los
guionistas. Mézclalos todos y obtendrás un pastiche infecto. Que es lo
que es Prometheus.
Un soufflé visualmente arrollador y de atmósferas soberbias pero que
esconde en su interior el más insondable de los vacíos. Ceniza pura. Prometheus
es una película que se pretende lovecraftiana y que aspira a pronunciar
la última palabra en el terreno del horror cósmico. Pero eso es lo que
era Alien. Aquí el único horror cósmico que se intuye es el de la misma Prometheus. Y Lindelof es su Azathoth.
Un Azatoth increíblemente carente de talento, ciego y estúpido, pero que roe, gime y babea como el primero.
http://www.jotdown.es/2012/08/prometheus-para-dummies/
No hay comentarios:
Publicar un comentario